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Positivismo toxico vs positivismo saludable

En este artículo encontrarás una breve aproximación al fenómeno de la positividad tóxica, algunos ejemplos y 4 estrategias para pasar del positivismo toxico al positivmo saludable.


El optimismo y la positividad podrían ser calificadas como características deseables y saludables, impulsoras de nuestros sueños y metas. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro.


Nuestra sociedad se ha enfocado en enseñarnos lo positivo de ser positivos, valga la redundancia, pero en el camino se ha ocupado de anular las bondades de ser emocionalmente honestos y vulnerables.


Basta entrar a cualquiera de las redes sociales para encontrarte con un bombardeo de frases y mensajes que nos instan a “ser siempre positivos” y “ver el lado bueno de las cosas”, pero esto, al contrario de animarnos, puede evocar emociones de vergüenza por sentir lo que sentimos en momentos de mucho dolor y desafío, entre otras emociones discplacenteras.


Desde la infancia se nos enseña la importancia de mirar la cara buena de la vida.


Por ejemplo…

Si nos caemos y lastimamos nuestras rodillas, “bueno, por lo menos tenemos rodillas”.

Que si alguien se cayó de no sé cuántos metros y se fracturó las costillas, “bueno, menos mal, por lo menos está vivo”.


Y así, poco a poco, aprendemos a minimizar nuestros dolores y sufrimientos, y también los ajenos. Al fin y al cabo, si nos sucede algo doloroso, siempre habrá algo peor, así que, hay que alegrarse y conformarse.


Para este momento, seguro ya estás imaginando hacia dónde va esta conversación, y a lo mejor te estás preguntando:

Entonces, ¿en dónde está el límite entre esa positividad que ayuda y la que daña? o la que llamremos acá positividad toxica o saludable.


Para entender esas fronteras, te invito a acompañarme en este viaje de indagación sobre el concepto de positividad tóxica.


¿Qué es la positividad tóxica?

La positividad tóxica se refiere a la promoción constante de las emociones positivas y de la visión optimista de la vida, mientras se ignoran o descartan, las que denominamos comúnmente, emociones negativas.


Este concepto ha suscitado la atención de los investigadores en los últimos años, debido al daño potencial que puede causar en nuestra salud mental, el hecho de darle un énfasis excesivo al optimismo y negar o reprimir las emociones incómodas.


Estas conductas crean expectativas poco realistas de felicidad constante y pueden conducir a sentimientos de culpa, vergüenza e inadecuación cuando experimentamos emociones naturalmente humanas como la tristeza, la ira o el miedo.


Podríamos decir que este exceso de optimismo, es como ese amigo bien intencionado, pero equivocado, que siempre te dice: “mira el lado bueno de las cosas” o “todo está en tus manos”, sin reconocer la validez de tus luchas y desafíos.


Por ejemplo, propone Whitney Goodman, psicoterapeuta y autora del libro: Positividad tóxica que, según esta postura ultrapositiva, si estás atravesando una enfermedad crónica, autoinmune o terminal, más te vale convertirte en inspiración y atravesar tus desafíos con una sonrisa en los labios, de lo contrario, no se vería “bien” y, seguramente, nadie querrá escuchar sobre el tema y te quedarás en el aislamiento.


Entonces…




¿Cuál es el impacto de la positividad tóxica en nuestras vidas?

Aunque ya debes tener una idea de sus posibles efectos, es importante destacar dos consecuencias nada favorables de este tipo de comportamiento:


1. La represión emocional

Como ya te habrás dado cuenta, este tipo de conductas podría desalentar cualquier intento de expresar o reconocer nuestras verdaderas emociones. Lo que a la larga se convierte en una bomba de tiempo emocional e incluso en la causa de enfermedades y malestar psicológico.


Por ejemplo:

Si en casa tenemos la costumbre de desalentar conversaciones incómodas o “negativas”, y hacemos caso omiso de los gritos de auxilio de un niño que no quiere ir a la escuela, porque sus compañeros lo molestan, y optamos por el discurso de: “así ha sido siempre”, “debes ser fuerte y defenderte” o “te quejas por tonterías”, al contrario de empoderarlo, lo silenciamos.


Y cuando el silencio se hace la regla, las emociones se agolpan, y rara vez termina bien para esa persona.


2. La falta de autenticidad

Esforzarnos constantemente para ser personas optimistas y sonrientes puede ser agotador y crear, a la larga, una fachada, una máscara con la que nos relacionamos en el mundo, que para nada se parece a nosotros.


En una sociedad de positividad tóxica, las relaciones humanas pierden la vulnerabilidad y cercanía que las deberían caracterizar, porque cuando nos sentimos obligadas, obligados, a enmascarar nuestras verdaderas emociones, para ajustarnos a las expectativas sociales, todo se vuelve artificial.


Esto, seguramente, te sonará familiar, llegas a tu lugar de trabajo en la mañana y alguien te pregunta: “¿Cómo estás?”, tú respondes: “bien, gracias, ¿y vos?”, pasas de largo y sigues adelante con tu día.


¿Desde cuándo preguntarnos, mutuamente, cómo estamos, se convirtió solo en una convención social?


Es probable que desde siempre. Ni en tus más audaces sueños te atreverías a responder con la verdad: “mal, hoy me siento pésimo, me duele la cabeza, el tráfico estaba imposible y lo último que quisiera es venir a trabajar, solo quiero mi cama.”


Pero, ¿por qué no?


Porque mientras todo esté “bien”, no hay incomodidad para los demás, e incluso, para nosotras, para nosotros, no tenemos que entrar en terrenos complejos, conectar con otras personas y pensamos que así saldremos ilesas, ilesos, de nuestro día.


La realidad es que mientras más nos esforzamos en mantener la pantalla, más posibilidades existen de que terminemos desconectando por completo de nuestra esencia, valores y expectativas.


Y, al desconectar de nuestro yo genuino, lo más probable es que le quitemos valor a nuestras experiencias vitales, debilitemos nuestra valía personal, e incluso nuestra salud física y mental.


¿Te das cuenta de lo peligroso que puede ser vivir en un mundo de positividad forzada?


¿Cómo cultivar una positividad saludable?

Antes de proponerte algunas estrategias para lidiar con la positividad tóxica, es indispensable que tengas en cuenta que, estar conscientes de su existencia, de ninguna manera niega que hay un nivel saludable de optimismo que nos edifica e impulsa.


La positividad aplicada con un propósito claro, en el momento y lugar adecuados, se transforma en un valioso recurso para fortalecer la resiliencia y aumentar los niveles de bienestar.


La clave está en encontrar el equilibro. Podemos abrazar una mirada positiva de la vida, al mismo tiempo que honramos y validamos nuestras emociones, sea cual sea su color o adjetivo calificativo.


Al reconocerlas y aceptarlas, creamos un espacio para la sanación, el crecimiento y la autocompasión. Se trata de reconocer que, aunque quisiéramos sentirnos de lo mejor todo el tiempo, también “está bien, no estar bien”, de vez en cuando.


Vamos a la acción…




¿Qué hacer para evitar la positividad tóxica?

Si reconociste algunos comportamientos relacionados con esta distinción podes empezar por implementar estas 2 simples acciones:


1. Cultiva la consciencia emocional

Reconocer y aceptar toda la gama de emociones que podemos experimentar es crucial para mantener el bienestar emocional. Identificar y comprender nuestros sentimientos nos conduce a formas más saludables de procesarlos y expresarlos.


Por eso, cuando vengan a vos emociones que se sientan incómodas y complicadas de afrontar, en lugar de ignorarlas, haz una pausa para reconocerlas y reflexiona sobre ellas:

¿Qué están mostrándote? ¿Qué te quieren decir?

Reconócelas, dales su lugar, ¿te sientes abrumada?, ¿te sientes angustiado?, acéptalo y detente a pensar qué te está pidiendo la emoción, ¿necesitas tomar un descanso? ¿Deberías pedir ayuda para afrontar la situación?


Simplemente, date la oportunidad de reconocer lo que te pasa.


2. Enfócate en escuchar y comprender

Cuando alguien venga a vos con un problema, y sientas esas ganas incontrolables de aconsejar y acallar la incomodidad con una frase positiva e ingeniosa, muerde suavemente tu lengua, respira profundo y sigue escuchando.


Recibe las palabras de la otra persona con curiosidad y empatía, valida su experiencia y procura entender por lo que está atravesando.


Y cuando sea tu turno de hablar, hacele saber que lo que siente es normal y que estás ahí para escuchar.

Para ayudar a la tarea, hasta que se vuelva un hábito, te dejo posibles frases que podrían ser de utilidad:

  • “Estoy aquí para vos”,

  • “te escucho, podes confiar en mí”,

  • “entiendo, a veces suceden cosas muy difíciles de afrontar, ¿cómo puedo ayudarte?”,

  • “estás pasando por algo muy complicado, cuenta conmigo”,

  • “me imagino como te estás sintiendo, ¿te sirve si te ayudo a…?”

Y si el contexto lo amerita, solo ofrece el silencio, la compañía y, a lo mejor, un abrazo cálido y acogedor.


Ahora, si la situación es a la inversa…


¿Cómo afrontar la positividad tóxica de otra persona?


Si te das cuenta de que hay personas que responden de esta forma al momento de compartirles tus desafíos, también hay 2 recursos básicos que puedes implementar:


1. Pon tus emociones en palabras

Si notas que estás rodeada, rodeado, de una cultura de la positividad tóxica y no tienes acceso a espacios de acompañamiento en donde puedas dialogar sobre tus sentimientos libremente, no existe mejor forma de darle voz a tus emociones y convertirlas en insumos para tu vida, que escribir.


Date un espacio para escribir sin restricciones sobre los desafíos que atraviesas, ponle nombre a lo que te pasa y deja salir todo lo que te molesta, sin miedo al juicio de los otros.

Si es posible, crea un diario exclusivo para esos momentos en los que necesites un desahogo.


2. Desafía a esa persona tóxicamente positiva

Cuando te invito a desafiar a quien te hace sentir incomodidad, no hablo de una confrontación violenta, ni de que pongas tus relaciones en juego. Simplemente, se trata de propiciar una conversación honesta, asertiva y respetuosa con esa persona que tiene la tendencia a descalificar tus desafíos y dolores.


Hablale de manera honesta y vulnerable, déjale saber cómo te hacen sentir sus palabras, siempre en primera persona, sin culpabilizar ni acusar.


Procura hablar de la acción, no de la persona, por ejemplo: “cuando me dices X, me siento triste y avergonzada.”




Ofrécele al otro la oportunidad de darse cuenta y mirar la vida desde un nuevo lugar.

Hemos llegado al final del camino.


Gracias por embarcarte conmigo en este viaje, ahora es tiempo de ponerte manos a la obra

.

¿Experimenstaste los efectos de la positividad tóxica?, ¿cuál es la primera acción que pondrás en marcha para liberarte?


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